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Cabimas las adoptó cuando cada una de ellas eligió vivir allí. |
Por
Carmen Martínez
He estado recordándolas
mucho y hablando con Lucas Nava un viejo vecino, hijo de la Señora Ana y nieto
de la Señora Ángela me dijo son muchos años Carmen y realmente lo son, ya hace
más de 30 años que las dos primeras se despidieron de esta vida, pero en el
recuerdo de muchos vecinos de este vecindario ellas estarán, porque fueron
pioneras, de esos primeros habitantes de la calle El Manguito de la Rosa Vieja.
Con este relato solo quiero hacerles un homenaje por ser unas mujeres que sin
importar si estaban solas o acompañadas salieron adelante con su trabajo y
esfuerzo, tenían el temple para hacerlo, no recuerdo que edad tenía cuando vi
por primera vez a las dos primeras pero de seguro que fue desde que tuve
conciencia y uso de razón, desde allí están en mis recuerdos, por lo menos
tendría escasamente 3 añitos cuando llegué al vecindario ya que papá siempre
nos dijo que la casa la compró y nos mudamos cuando nació mi hermano Jorge que
en paz descansa y él era el 4to de mis hermanos… no tengo a mis padres para que
me confirmen esto, por lógica debe ser así… pero me enfrenté a otro
inconveniente, la mayor parte de los vecinos que las conocieron ya no están
entre nosotros.
A la Señora Ana la veíamos
más cuando ella venía con su gran familia porque eran muchos hijos a visitar a
su mamá la señora Ángela, ella con su esposo Ramón Nava con su sombrerito
característico la visitaban siempre, porque ellos vivían en el centro de la
ciudad, reconozco que ella constantemente estuvo pendiente de su madre, fue una
buena hija y más cuando cayó en cama, allí fue cuando la señora Ana se instaló
en el vecindario, estuvo con su madre hasta el final y después ella se quedó a
vivir en su casa… ya sus hijos estaban hombres y mujeres la mayoría habían
formado sus propias familias.
Así que hablar de estas tres
mujeres desde mis vivencias es fácil, conviví con ellas una buena parte de sus
vidas, cada quien en su casa como nos enseñaba mamá, muchachos en casa ajena no
deben estar por mucho tiempo… pero ellas fueron unas muy buenas y queridas
vecinas para todos nosotros, ellas llegaron a querernos muchos… son esos buenos
vecinos los que debemos cultivar y ser, esos vecinos que llegan a ser son como
la familia más cercana con la que podemos contar en los momentos más
apremiantes. Si nosotros lo somos con los demás ellos recíprocamente lo harán
también… no seamos como esos vecinos que dicen que no necesitan de nadie y por
tanto poco tratan… pero esto ya se escapa de mi relato, porque nuestros vecinos
de una forma u otra fueron maravillosos a su manera.
Como siempre quise buscar a
otras personas para que me ayudaran aportando sus recuerdos, sentimientos hacia
estas protagonistas de mi relato, lamentablemente y como les dije muchos de
ellos ya no están, pero Dios da para todo y encontré a 5 vecina(o)s algunos hija(o)s
de esos pioneros que con mucho gusto compartieron conmigo un poco de lo que recordaban
de LAS SEÑORAS INÉS, ÁNGELA Y ANA, ellos son: las señoras Iris de Márquez,
Ángela García, Julia Nava y los señores Lucas Nava y Jaime Reyes.
LA SEÑORA INÉS, oriunda de
Trinidad y Tobago, me imagino que se vino mucho tiempo después del boom
petrolero, muchos isleños como ella se asentaron en la zona de la Rosa Vieja y
ella fue una digna representante de ellos en mi vecindario, la recuerdo era una
mujer de altura normal, muy delgada y no podría decir de qué largo tenía su
cabello porque siempre usaba un pañuelo en su cabeza, usaba vestidos, batas de
casa, blusas sin mangas y faldas y sobre ellas un delantal… cualquiera que
logró conocerla y verla en su casa diría que era una mujer muy sencilla para
vestir, sus ropas eran más bien muy gastadas… muy poco salía a menos que fuera
para comprar víveres y los materiales para las cosas que hacía y vendía… ahora
que estoy haciendo este relato las vecinas Iris de Márquez y Ángela García me
recordaron algo y es que a ella le gustaba jugar dominó, tal era su pasión que
todas las tardes se iba a casa de la señora Manuela a echar sus partiditas,
ellas dos eran parejas de juego… pero cuando salía para una fiesta o a visitar
a su hermana allí sí que se notaba lo elegante que era…como cambiaba… dejaba de
ser una ama casa para ser una mujer imponente. La señora Inés fue una de las
primeras musas de mis MUJERES SIN ROSTRO y siempre lo será.
La señora Iris de Márquez,
cuando le pregunté sobre la señora Inés solo me dijo que era una vecina muy
correcta y seria, muy poco estaba en casas ajenas, visitaba muy pocas casas, la
mía era una de ellas, su trato era
afable cuando se encontraban o veían, dice que solo la veía molesta cuando los
muchachos se portaban mal con ella y para ello hay alguien que puede corroborar
esta parte, nuestro vecino Jaime Reyes, uno de esos niños o jovencitos de
aquellos tiempos y como su nombre bien puesto lo tiene, haciéndole honor,
siempre fue terrible, no un mal muchacho, un travieso muchacho que es muy
diferente…él me contó que la señora Inés lo llamaba Jimmy… pero cuando estaba
un poco molesta le decía con su acento isleño “Oh Jaime pórtate bien”… “no
hacerme maldades”…”soy una mujer sola”…”no tirar piedras a mi casa”…. “ven para
que veas como vivo”…Y lo llevaba para su casa y le daba algo que había
preparado…él la recuerda con cariño, eran tiempos de niños y jovencitos y sobre
todo cuando le pregunté por ella me dijo si la recuerdo a la señora Inés a la
“madama” como cariñosamente muchos la conocían.
Quien sí tuvo bastante que
contarme fue nuestra vecina Ángela García, ella me dijo que la quiso y apreció
mucho, su familia compartió con una señora Inés diferente, muy jocosa y alegre,
yo también le conocí esa faceta, era parte de esa característica de los isleños
que mezclaban sus palabras con el español, y la forma como las decía mucho más.
Ella me dijo que la señora Inés al caer la tarde se dejaba venir a jugar
dominó, tenían un grupo bien conformado con el Sr. Goyo Bracho, el Sr. Mario
Bracho, Antonio Márquez y los más jóvenes Víctor Piña y Segundo Verde, la
señora Manuela y ella que siempre jugaban en pareja, era su compinche de juego,
creo que de ellos solo queda vivo el señor Mario, me dijo la señora Ángela García que ellas se
hacían más señas que nada, con los pies, con las manos, con la cara… cuenta que
cuando la señora Inés tenía una mano de dominó llena de muchas cenas, ella
decía “Oh Manuela yo estar de luto” ya eso le daba la pista para que le jugara
por allí… y a los contrincantes para decirles que estaban de tramposillas
hablando mucho… me imagino como sería esto.
Donde sí todos los vecinos
coincidimos es en lo rico que ella cocinaba tanto comidas como dulces, Lucas
Nava recuerda los panes dulces con pasitas negras, Ángela y yo tuvimos el placer
de degustar cualquiera de sus comidas, usaba mucho el mango verde en vez de
papa, las preparaciones de sus carnes negras muy características de ellos, pero
lo aún más rico eran sus tortas negras, que ella hacía para vender y más cuando
se las solicitaban para navidad, fiestas de quince años y matrimonios, recuerdo
cuando les hizo las tortas de quince años de Dixon y Florita, contemporáneos
conmigo. También preparaba un licor de poncigués, ella tenía una mata que siempre
estaba cargada en su casa, pero Ángela me dijo que en su casa también tenían
matas de estas y la señora Inés a veces buscaba y se llevaba algunos me imagino
que para prepararlos. En navidades cuando iba a su casa ella sacaba su botella
y brindábamos las dos, sentadas en sus viejos muebles hasta polvorosos, porque
su vida transcurría en su cocina que era la más ventilada y fresca… yo nunca
entré a su cuarto, solo hasta su salita de estar y desde su cocina, ya que ella
muy poco abría su puerta del frente.
Algo que recordamos la
señora Ángela García y yo, es que a la señora Inés le gustaba ir mucho a las
fiestas de la Logia La Perla, y ella la acompañó algunas veces, recuerda esa
primera vez que la invitó, le dijo… Ángela a usted le gusta salir a fiestas, le
gusta bailar y divertirse y ella le dijo que sí y siempre que podía iba con
ella cuando las hacían… ese recuerdo hizo que fuera una de mis musas de mis
MUJERES SIN ROSTROS, unas ébanas que pinto desde el año 1998, cuando yo la veía
salir de su casa toda deslumbrante con hermosos trajes sastres entallados, que
le hacían ver más esbelta, zapatos de tacón y medias, y las joyas de oro en
zarcillos, pulseras, cadenas y hasta sombreritos de tocados en su cabeza… cuando
la veía caminar por la carretera frente a mi casa no podía creer que era ella…
que cambio.
Desde mis recuerdos, solo
puedo decirles que yo la aprecié mucho por su buen trato, porque a mis padres y
a todos nosotros nos mostró siempre su cariño y bondad, muchas veces nos
llevaba cosas ricas que preparaba al mediodía, era una mujer de caminar lento,
su acento característico aun lo tengo en mi memoria, le gustaba enseñar, por lo
menos eso hizo conmigo, cuando yo iba a su casa siempre me daba consejos en
especial para cocinar… aprendí con ella a hacer una torta con 2 huevos, algo
que nunca olvido es su recomendación que sigo aún hoy al pie de la letra, a
usted no le hace falta una receta, aprenda viendo a otros, trate de ver cuáles
son los ingredientes que usan, si no estás presente solo comiéndolo y viendo su
presentación puedes distinguirlos. Nunca moleste a los vecinos cuando algo le
falta, trate de ingeniárselas con lo que tiene en su casa, en su nevera, en su
alacena… si le hace falta papas y tienen una mata de magos, agréguele mango
verde… si le falta mantequilla para la torta, échele aceite o manteca… luego
que termines de batir la torta no le agregue más nada eso le cambia la
consistencia, le deja una superficie con muchos huecos. Y así muchos otros
consejos.
Una anécdota que mis
hermanos y yo recordaremos siempre fue el de nuestro pato Saturnino, un patico que
papá nos regaló, amarillito, hermoso, recuerdo que en esos tiempos había un
programa de televisión cuyo protagonista era un pato llamado Saturnino y por
eso le pusimos ese nombre, cuando ya estaba grande nos contó mamá después de lo
sucedido, que la señora Inés le dijo que en la medida que creciera se iba a
poner más duro, así que un día llegamos de la escuela y mamá nos sirvió una
rica comida nos dijo que era un pollo negro que la señora Inés había preparado,
no saben lo rico que estaba… en la tarde cuando fuimos a ver a Saturnino en el
patio no lo encontramos… allí supimos que nos habíamos comido a Saturnino.
También la recuerdo cuando veía llorar a uno de mis hermanos y ella le decía a mi mamá… señora María no
preocuparse esas son lágrimas de cocodrilo.
Un día ya no vimos más a la
señora Inés, me contó Ángela García que ella una tarde fue a su casa y les dijo
que contactaran a su hermana que vivía en Ojeda y así lo hicieron, ella se
sentía enferma… su hermana la vino a buscar y se la llevó a su casa… allá pasó
el resto de sus día, cuanto tiempo no podría decirles, pero fueron años… solo sé
que al tiempo mi mamá y yo fuimos a visitarla en casa de su hermana y ella nos
dijo que la señora Inés ya no reconocía a nadie… que estaba en su cama
acostadita… no la vimos… otro tiempo después supimos que había muerto ni
siquiera pudimos ir a su velorio y entierro.
LA SEÑORA ANGELA me dijo su
nieta Julia Nava, que al igual que su madre ella cree que era oriunda de
Curimagua/Falcón, tuvo 3 hijos, 2 hembras y 1 varón, de los cuales yo solo
conocí a las señoras Ana y Rosa, le pregunté
a Lucas Nava si el recordaba quien había llegado primero al vecindario
la señora Ángela o la señora Inés y el solo me dijo que cuando ellos llegaron a
esa casa de la abuela ya la señora Inés estaba. Siempre digo que todos los día
aprendemos algo, cuando fui donde la señora Iris de Márquez y le pedí un poco
de recuerdos sobre la señora Ángela esta me dijo que ella vivió al frente de
ella por un tiempo, que después de allí se mudaron a otra casa antes de la casa
donde han vivido hasta ahora, entonces eso quiere decir que nosotros llegamos a
esa casa justo después que la señora Iris se mudara de la misma. Cuando ella la
conoció tenía unos 20 años ya para ese entonces tenía a su hijo Freddy que estaba
muy pequeño y la señora Ángela les cogió mucho cariño, siempre estaba pendiente
de ellos y más cuando el señor Márquez salía a trabajar, le llegó a tener tal
aprecio que para ella fue como una madre, le dije que lo mismo había sucedido
con nosotros, con mi madre fue muy especial, de hecho mi hermano Franklin nació
en casa y la señora Ángela fue la partera de mamá, papá había ido al estado Falcón
ese fin de semana y cuando le dieron los dolores ya no daba tiempo de llevarla
para ningún lado. Recuerdo muy bien que la señora Ángela siempre decía que las
mujeres de antes de allá en su tierra muchas veces habían tenido que parir
solas, ella así lo hizo, lo hacían de pie, hay que ver el valor de estas
mujeres que a pesar del dolor tenían que estar pendientes de que sus hijos no
se maltrataran, ellas mismas se cortaban el cordón umbilical. A lo que iba,
ella ayudó a mamá en el alumbramiento de mi hermano Franklin y al otro día los
llevaron a la clínica para que los revisaran y todo estaba bien, cuando mi
padre llegó no hallaba como agradecerle tanto cuidado con mi mamá y el bebé.
La señora Iris de Márquez me
contó que la señora Ángela era una persona que no le gustaban los juegos de
palabras y de manos y mucho menos la falta de respeto de niños y jóvenes.
Cuando vivía en frente de ella, siempre que podía le llevaba su almuerzo, también
me dijo que ella veía como su hija Ana estaba muy pendiente de su madre, a
pesar de que vivía algo retirado nunca dejó de ayudarla con su manutención. Su
nieta Julia Nava me dijo que cuando ella se quedaba en casa de la abuela, ella
se levantaba a las 3 am a cocinar y moler maíz para hacer arepas, que eso a
ella le gustaba porque ayudaba a su abuela y lo disfrutaban juntas, yo no
recuerdo que la señora Ángela vendiera arepas debe ser cuando yo estaba muy
pequeña.
Lo que si recuerdo es que
ella siempre se sentaba en el frente de su casa, al caer el sol, tenía su silla
y allí una la veía tejer y tejer, como la propia arañita, hasta que se iba a
acostar… hacía unos paños, manteles, cubrecamas, pañuelos con el borde tejido
de hilo de coser… increíble por ahí todavía conservamos algunos paños que ella
tejió. Ya al final hizo unos cubrecamas o cobertores que había que tener esa
santa paciencia que ella tenía para hacerlos, cortaba cuadritos y unos círculos
de diferentes telas, tan pequeños a los cuales les cosía la orilla y después
los iba uniendo unos a otros hasta lograr el ancho y el largo deseado… de esos
también nos regaló y vendió algunos, se veían hermosos puestos en las camas.
Pero mi mejor recuerdo de
ella, fue cuando mostró la características más bonita de un vecino, ese que te
puede tender la mano cuando más lo necesitas, cuando comencé en el liceo mi
bachillerato papá comenzó a hacer la nueva casa, había construido 2 cuartos independientes
de la casa vieja y fue cuando ella les propuso a mis padres que podíamos vivir
con ella mientras construíamos la casa, eso me pareció tan bonito, un hermoso
gesto, mi padre dijo que bueno pero que solamente nos iríamos las mujeres y los
hombres se quedarían en los cuartos de nuestra casa. Con sus altas y bajas creo
que fueron más de 6 meses cuando nos pudimos venir a vivir en la casa recién
entregada, pintada y todo… pero nunca dejamos de agradecer esa bondad que ella
tuvo con nosotros.
Hay una expresión con la que
siempre la recuerdo, es que la señora Ángela se escandalizaba con cosas disque
modernas para ella… y cuando las veía o escuchaba se ponía la mano en su cabeza
de “pasitas canas” como ella misma decía y exclamaba ¡Esto es acabo de mundo!,
cuando me reuní con la señora Iris, le dije que en estos tiempos hubiese muerto
infartada, por tanta delincuencia desatada, aberraciones, odios y rencores,
libertades y/o libertinajes, cambios en la sociedades y en los hombres.
Un día cayó en cama y así se
mantuvo por un buen tiempo, siempre la íbamos a visitar, mi madre a cada rato,
hasta que Dios la llamó a su lado, recuerdo que en esa época se murieron varios
vecinos del vecindario y es que como siempre dicen por allí, cuando se muere
uno se lleva a otros más, una de ellas fue nuestra querida vecina la señora
Ángela.
SEÑORA ANA, oriunda de
Curimagua/Falcón, una mujer recia de la sierra falconiana, casada con el señor
Ramón Nava, me dijo su hija Julia Nava que su mamá tuvo 21 partos, 21 hijos… pero
vivos solo le quedaron 9, yo los conocí a todos ellos, el cariño fue mutuo, me
entristeció cuando murió Orlando y luego Josefina, eso también entristeció
enormemente a la señora Ana, así que le quedaron 7 hijos y un montón de nietos,
bisnietos… un gran familia que siempre la mantenía unida…mucho tiempo después
que la señora Ana se quedó a vivir permanentemente en casa de su mamá, sus
hijos hicieron lo que ella hacía con su madre visitarla a cada rato y los fines
de semana y navidad estaban todos reunidos. Me dijo Julia que su mamá siempre
decía que era mejor hacer las fiestas en su casa que en la calle, así que
motivos de celebración no faltaban, cumpleaños, matrimonios, bautizos, mi madre
cuando escuchaba la música a todo volumen y las risas decía la señora Ana debe
estar contenta, porque tiene a su gente ahí. Yo decía que estarán celebrando y
mi madre decía, a ellos no les hace falta motivos para reunirse y festejar. Fue
una mujer sencilla, siempre la recuerdo con esa sonrisa tenue en su cara y esa
voz baja para hablar y lo que más le gustaba era pasear y comer fuera de casa,
en eso sus hijos e hijas la complacían mucho. Pero su voz, sus manos y carácter
fueron siempre enérgicos para llevar a sus hijos por el camino del bien, no le
gustaban las cosas malas.
La señora Ana toda su vida vendió
pastelitos así levantó a su familia, ella misma los hacía y los vendía en su
casa o en las bodegas cercanas. Algo que siempre me impresionó de esta familia
tan unida, es que en Semana Santa ellos se iban toda la semana para una playa
en Santa Rita y ella allá también pasaba los días vendiendo sus pastelitos y en
las procesiones de San Benito los días
27 de Diciembre y el 01 de Enero se iba con sus hijas y estaba desde que
lo sacaban hasta que lo metían siempre detrás de los Chimbangles bailando y
bailando, primero con los Chimbangleros del finado Jesús Vicuña de la Calle
Providencia del Centro de Cabimas y luego con los Chimbangleros de Ochoa de
Ambrosio… su hija Mercedes a quien más
conocíamos por Josefina o Chepina también dejó unos Chimbangleros, por cierto
que le dije a Julia que debían seguir esa tradición que luego de morir Chepina
y la señora Ana lo han dejado un poco.
El cariño que ella nos dio
fue tal, que la recuerdo desde que era una niñita de 6 años y ella tenía una
costumbre cuando me felicitaba por mi cumpleaños, siempre me daba igual
cantidad de nalgadas como años cumplía, costumbre que no dejó de hacer y ella
tenía una manos grandes yo le decía señora Ana usted es la que se va a cansar,
hasta que tuvo memoria hizo eso, ella un día sufrió un ACV y a partir de allí
ya no pudo caminar y con el tiempo perdió su memoria, al final no nos conocía,
pero nosotros si a ella, ya hace unos 5 años que no está con nosotros pero no
creo que haya alguien en la calle que no la hay conocido o comido sus
pastelitos. Ella fue la segunda musa de mis MUJERES SIN ROSTRO, como uno la
veía con su turbante o pañoleta en la cabeza y su delantal, llena de harina,
siempre de vestido o falda metida en la cocina, no podía reconocer lo elegante
que se veía cuando se arreglaba para salir o estar en las reuniones que siempre
hacían en su casa… que cambio, peinado, trajes ajustados y entallados, tacones
no tan altos, no le hacían falta, una mujer que ni los 21 embarazos le cambió
el cuerpo, alta para ser mujer de una complexión fuerte no era delgada pero
tampoco tenía ningún gramo de grasa superflua, debió ser muy hermosa de joven,
una linda morena de la sierra falconiana.
Cuando escribo sobre personas
de la vida real y más cuando fueron tan queridas y apreciadas por mi persona siempre
digo que no terminamos de conocerlas siempre hay algo nuevo que sale, algo que
otros lograron ver o sentir… porque cada quien deja huellas muy particulares en
las personas con las que comparte sus días, su vida, así fue la vida de estas 3
hermosas y valientes mujeres de mi vecindario LAS SEÑORAS INÉS, ÁNGELA Y ANA,
buenas vecinas, madres, hijas, hermanas, amigas, muy serias y de recto
proceder, solas le dieron cara a la vida, solo la enfermedad mino sus piernas
cuando cayeron en cama o sillas de ruedas y aun así sus cuerpos fuertes para
todo la resistieron por meses y hasta años, ni a la muerte se le resistieron
contra ella también batallaron hasta ese día que Dios las llamó a su lado y para mí no solo fue un privilegio
conocerlas, sino que hoy tengo ese inmenso placer de escribir este corto relato
sobre ustedes para que otros que no las conocieron en especial las nuevas
generaciones o los nuevos vecinos sepan que en su vecindario ustedes vivieron y
dieron el ejemplo de ser buenas vecinas, de ser mujeres de temple, aguerridas
que pudieron vivir solas hasta que llegó ese momento de despedirse de esta vida,
cada una de ellas superó los 80 años de su existencia, gracias a Dios sus seres
queridos no las abandonaron, hasta el final con ellas estuvieron así no lo
entendieran porque sus mentes habían perdido la batalla pero no la guerra… muy
agradecida de que en mi vida dejaron huellas de amor, buenos valores y principios
con su cariño y bondad.
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