Hermosa fotografía tomada del internet (www sinmordaza.info)
Por Carmen Martínez
Hablando con mi muy querida y apreciada amiga y colega
Deyanira Miquilena, sobre unas entrevistas que tuve recientemente con el Lic.
Pedro Ramón Estrada nuestro cronista de Cabimas y con la señora Antonia
Rodríguez de Díaz, sobre la paz y sabiduría que me transmiten cuando los
escucho, de ver como a veces no conocemos a las personas, de ver las
innumerables historias que conforman su vida y que están detrás de ellos, que forman
su personalidad; ella me sugirió que hiciese un relato sobre personas como
ellos sin nombrarlas y si les digo cuán difícil es eso para mí, no ponerles
nombres y apellidos a tantas personas que conozco y he conocido así como ellos
que me inspiran a escribirlo.
Solo quiero que esta experiencia que nunca termina, solo
cuando nuestros signos vitales se apagan, cuando nuestros 5 sentidos más el
sentido común ya no puedan accionarse, ustedes también la practiquen, la
realicen, cuantos seres queridos, vecinos, compañeros de estudio, de trabajo y
si son adultos mayores mucho más, le transmiten sentimientos que más los nutren
a ustedes que a ellos mismos, esa serenidad y esa paz interior al escuchar sus
sabias palabras, con ese timbre de voz que con los años se atempera, imagínense
si un rato se proponen a escucharlos, no a oírlos, a escucharlos, a que ellos
solos vayan hacia atrás y claro está les cuentes o narren lo que deseen
compartir, entonces ustedes verán, sentirán, escucharan, degustaran y percibirán
sus momentos vividos.
Pero y ¿si son niños y jóvenes?, ellos en su corta vida también
tienen sus propias historias, que quizás hasta los contagien y los hagan
remontarse hacia su niñez, serán buenas o malas, dependiendo de la suerte que
hayan corrido sus vidas, y digo malas porque ¿cuántos niños de la calle,
cuantos jóvenes hay que se han perdido en el camino tomados de la mano de las
drogas, la prostitución o el alcohol entre tantas adicciones que existen?…
ellos también tienen mucho que contar, historias que deben servir para que las sociedades,
padres y familias, amigos se concienticen. Hay tantas lecciones y aprendizajes
en ellos.
Como dice Ismael Cala, el secreto del buen hablar es saber
escuchar, tiene toda la razón, nos hemos acostumbrados a hablar, a que sean
otros los que nos escuchen, que sabios son los adultos mayores que al final se
vuelven más observadores, les gusta más escuchar que hablar y es allí donde quiero que entren ustedes, hay que
escucharlos a ellos, ya pronto no estarán con nosotros, no saben cómo en esos momentos
se hacen tan elocuentes, algunos hasta son felices recordando, pero nosotros
ganamos más: una parte de nuestra historia, idiosincrasia, cultura y fe que desconocíamos, viejas tradiciones que se
han perdido y que puedan ser rescatadas…ganamos su experiencia brindada con
tanto cariño, pero sobre todo aprendemos a conocerlos y a apreciarlos a ellos.
Este relato lo titulé LA SEÑORA ANTONIA, es hasta ahora la penúltima
persona con la que he tenido el placer de escuchar, de estar ese rato a solas con
ella escuchando sus vivencias, llenas de sus momentos de preocupación, pesares,
alegrías y logros, de ver como a pesar de tantas luchas y preocupaciones es un
ser tan afable, sencillo, espiritual, humano, cálido capaz de transmitirlo a
otros.
No quiero terminar este relato, sin antes dedicárselo a todas
las personas que me lo inspiraron, a todos ustedes que durante mi vida he
tenido el placer de conocerlos, estén todavía entre nosotros o ya hayan partido
hacia la eterna gloria de Dios, porque de ustedes he aprendido mucho, de
algunos de ustedes ya he escrito antes, porque me han enseñado a valorar lo mucho
o poco que tengo, a agradecer a Dios, a la vida, a mis padres, a mi familia y a
mis amigos por lo afortunada y bendecida que he sido.
Muchos de ellos pasaron infortunios, peripecias dignas de un guion
de película, fueron audaces, temerarios y han tenido hermosas, increíbles e
inspiradoras historias de amor y solo he podido saber eso cuando un rato me he
sentado con ellos a escucharlos, a la vista de todos son personas tan sencillas,
amas de casas, hombres, mujeres, niños y ancianos cada uno en sus propias
realidades y contextos, desempeñando sus profesiones u oficios, siendo ellos
tal y cual son. Solo tienen que escucharlos.
Estoy segura que todos y cada uno ustedes que lea este relato
son uno de ellos, llenos de tantas historias vividas por contar, dignos de ser
escuchados… y porque no de que escriban sus propias historias y las publiquen
para que otros las conozcan. Los invito a hacerlo.
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