VELADURAS

VELADURAS

Por Carmen Martínez

La vida misma es como un gran lienzo en blanco o cualquier superficie apta para recibir la musa de un pintor, que se va llenando y llenando con los años, con cada uno de los sucesos o hechos, sueños y proyectos, penas y alegrías, logros o fracasos, dependiendo de cómo vayan sucediendo cada uno de estos momentos, estarán bien definidos o distorsionados en el cuadro en secuencias, contrapuestos o como las veladuras una encina de la otra, una y otra vez, las veces que sucedan, porque al igual que en la pintura, las cosas que nos pasan quedan grabadas en nuestros cuerpos, mentes y corazones, en nuestros trabajos, relaciones, una vez que están en el cuadro quedan y si no queremos perderla o darle un mejor enfoque o diferencia, usamos esas ligeras capas delgadas de pintura, con un efecto traslucidas que gracias a un medio sintético podemos colocarlas sobre lo ya pintado y seco y hacer maravillosas creaciones.

Y es que desde que nacemos hasta el final de nuestros días ese lienzo que es nuestra vida se irá impregnando de luces y sombras, formas y tramas, zonas de bosquejos solamente si no pudimos concluir algo, con colores brillantes o mates dependiendo de cuan alegres sea lo vivido o con ausencia de los mismos si la bruma del dolor y la pérdida nos embarga, las personas, los lugares o paisajes que se van conociendo, que van conformando propia vías,  terminan de contribuir con esa magia pictórica, pareciera que el lienzo se queda pequeño y se va transformado en un gran mural. Nuestro presente estará en la última vista del cuadro, en la última capa de fondo o veladura, las nuevas cosas se colocaran después de ello, pero nuestra vida es la suma de todo lo que está, fíjense que el pasado está debajo en fondo del lienzo, quizás las cosas que menos nos gustan o nos causaron daños, le ponemos sucesivas capas de veladuras, muchas veces tenemos que mirar de cerca el lienzo para apreciarlo, porque lo pasado siempre deja huellas y si son traumáticas de repente pudiéramos ver zonas agrietadas o craqueladas o deslucidas si nos equivocamos de medio o aceite.

Si podemos tener la oportunidad de ver el lienzo terminado, al final de nuestros días, antes de llegado el momento en que somos llamados por Dios, sentados en un banco lo miraremos y detallaremos y cada escena de él nos traerá una sonrisa o una lágrima, los más sublimes sentimientos y hasta los más sucios afloraran, porque cada parte de ese lienzo fue una parte maravillosa o triste de la vida de cada quien, las veladuras taparan en mayor o menor grado algunas vivencias, resaltaran o le dan mayor esplendor o nostalgia a las más queridas, y el blanco  salpicando todo el lienzo mostrará la pureza de nuestro espíritu y alma. Allí detallando cada porción, milímetro a milímetro, de arriba a abajo, de derecha a izquierda, separándonos un poco más para apreciarla desde otra perspectiva como si fuéramos los visitantes de una galería, quedaremos como el pintor autor de la obra, muy felices o satisfechos de la obra creada, porque al final de cuentas es producto del trabajo creativo del pintor o nuestra propia vida la que está allí.