Dicen que un corazón sin cicatrices es el corazón de alguien
que no ha vivido, que no ha amado, que no ha sufrido, que no ha luchado, que ha
no superado adversidades, porque las cicatrices no son más que el reflejo de
todos estos sentimientos en algo tan pequeño y tan grande a la vez, del tamaño
del puño de nuestra mano, del tamaño de la grandeza de nuestra existencia… lo primero
que se escucha son los latidos del corazón, aun siendo algo tan minúsculo en el
vientre materno y también es lo último que deja de latir cuando nos despedimos
de esta vida.
Mi madre decía cuando veía a una persona de malos
sentimientos, muy desalmado y hasta cruel, “ese ser no tienen corazón ni alma”
y todavía iba mucho más allá “ese ser no tiene madre”… esa era mi madre la que
opinaba de esa manera… y en parte tiene mucha razón, hay que no tener corazón
para hacer tanto mal, por tanto que cicatrices pueden tener.
Nuestro corazón es tan resistente, que aguanta todo, hasta
las equivocaciones que una y otra vez
cometamos, las presiones que le imponemos son tales que sus latidos se aceleran
o se hacen cada vez más lentos, no existe nada que hagamos en esta vida que no
nos cause un sentimiento y son esos sentimientos los que van directamente al corazón.
Amor, desamor, felicidad, paz, dicha, odio, rencor, envidia, alegría, dolor,
preocupación, los éxitos, logros de sueños cumplidos, entre otros, causan
cicatrices en él.
Aunque no lo creamos, hay personas que han muerto por tanto
amor y otros por tanta desdicha… por eso hay que tener un balance, que cosa que
no terminamos de aprender a balancear nuestra vida, buscar tener una vida feliz
y en paz hace que los demás sentimientos se armonicen… buscar en todo momento
estos dos estados, que generan unos sentimientos tan bonitos en uno, hacia uno
mismo y hacia los demás que hace que nuestro corazón tenga cicatrices pero
balanceadas, no podemos estar en una burbuja, pero si podemos elegir lo que
queremos en nuestra vida, desechar lo que no.
No podemos hacer nada cuando lo inesperado irrumpe, cuando “una
mala hora” llega, cuando en un solo segundo todo cambia, o todo termina… tanto
si acontece para nosotros como para personas queridas, todo eso nos afecta, todo
eso lamentablemente también causa cicatrices en el corazón, tan profundas que
son difíciles de sanar, solo el tiempo y la disposición de superarlo ayudan,
con una buena dosis de cariño y apoyo.
Ojalá existiera una radiografía, un estudio, que le
permitiera ver a uno esas imperceptibles cicatrices dispuestas en cualquier
rincón del corazón, por dentro y por fuera, luego de cada emoción, de cada
sentimiento profundo sentido… por ese amor sublime que profesamos a Dios, a
nuestros padres, hermanos, cuando encontramos a ese ser especial que nos
acompañará en el recorrido de la vida en las buenas y en las malas, cuando llega
ese pequeño ser fruto del amor de dos, cuando vamos logrando cada etapa de
nuestras vidas, cada sueño, cada proyecto, cada objetivo trazado, superando
hasta nuestras propias expectativas.
Y me pregunto qué diferencia habrá entre estas cicatrices y
las que provocan los malos sentimientos que alguna vez se hayan anidado en
nuestro corazón, las malas acciones y obras contra otros, las causadas por un
profundo desamor, por la pérdida de seres queridos, por la pérdida de bienes
materiales y trabajos que lo mantenían en una zona de confort.
Este relato se lo dedico a todos mis seres queridos y amigos,
a todas esas personas que a lo largo de mi vida he tenido el placer de
conocerlas, de estar bendecida de ser su familia, amiga, vecina, compañera de
estudios y de trabajo, que ya no están pero que su permanencia en esta vida
llenó de sentimientos bonitos mi corazón y les dejo marcas imborrables. Aunque
también tengo que decir que hubo personas y situaciones que por lo contrario
dejaron otras cicatrices no tan buenas. Por esas cicatrices que dicen que he
vivido, que he amado, que he tenido mis logros y pérdidas, que tengo el
privilegio de estar viva con un corazón que tiene espacio para cicatrices balanceadas…
Son tantos como cicatrices… en especial las dejadas por mis
padres, mi hermano Jorge, mi sobrinita Alexa, mis abuel@s, tí@s, prim@s, amig@s
y vecin@s, que noble es el corazón, aprendamos a cuidarlo, aprendamos a
querernos, a amarnos.
Autoría: Carmen Martínez
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