EN MI VIEJA CASA

EN MI VIEJA CASA

Por Carmen Martínez

Cuando me preguntan cuáles son mis momentos más felices que tuve en mi niñez, tengo que decir que fueron cuando vivíamos en la vieja casa de bahareque, con una pequeña sala, solo tenía un cuarto donde dormían mis padres, seguido había un largo corredor donde cabían más de 6 chinchorros colgados uno al lado del otro donde dormíamos todos nosotros con salida a un gran patio y al lado de este corredor estaba la cocina, donde mamá cocinaba en una cocina que funcionaba con keroseno. Las paredes de la vieja casa solo estaban frisadas en todo el exterior y por dentro solo las paredes de la sala cuya puerta daba directamente a la calle, por eso mamá nos mantenía siempre adentro o jugando en el patio trasero. La casa tenía pisos de concreto menos la cocina que era de tierra bien apisonada, razón por la cual mi madre la barría a cada rato con esas escobas elaboradas de paja, muy características en el estado donde ella y mi padre nacieron. Afuera papá y mamá se encargaron de sembrar cualquier cantidad de árboles, había varias matas de mango, nuestra calle la bautizaron con el nombre de “El Manguito”, me imagino que era porque en cada casa habían muchas matas de mango, también habían altos cocoteros, limoneros, matas de cambur, y por el otro lado mamá tenía, un hermoso malavar que superaba el 1.5 metros de alto y era muy frondoso, creo que casi del mismo ancho, cuando corríamos alrededor de la casa  le dábamos muchas vueltas y mi madre gritando ¡cuidado me dañan el malavar!, ya sabíamos lo que venía después si lo hacíamos, mamá no era de hablar era de actuar, pero aun así siempre hicimos muchas travesuras. Mamá tenía matas de nardos, de azahar de la india, jazmines, rosales, había una enredadera que tenía unas pequeñas y hermosas flores pequeñas de diferentes matices de rosados que pasábamos el día uniendo florecitas y haciendo largas cadenetas de ellas…qué tiempos aquellos de inocencia y muchas otras matas más que no recuerdo el nombre ahorita. Y es que siendo la mayor tuve que esperar a tener 5 o 6 años para ir compartiendo con mis hermanos que iban naciendo anualmente, mis recuerdos más bonitos fueron jugando en ese patio con mis hermanos sobre todo hasta que los 4 que me seguían crecieron… mi hermana  Zully y mis hermanos Jorge, Miguel y el “Negro” como cariñosamente siempre hemos llamado a mi hermano Edixón. Ni pendientes en aquellos días tan felices que mi hermano Jorge a los 27 años sería arrancado de esta vida… y es que de niños, mis padres solo se encargaron de criarnos bien, no pudieron darnos todo lo que ellos hubiesen querido porque éramos muchos, pero nunca nos faltaba nada. Mi hermana Zully y yo siempre jugábamos con las muñecas, pero más disfrutábamos cuando jugábamos con mis hermanos: trompo, metras, emboques o perinolas y volar fugas o papagayos que papá nos ayudaba a hacer, no necesitábamos costosos juguetes, recuerdo que inventamos uno que lo jugábamos todos simultáneamente, como el patio era muy grande, en uno de los laterales de la casa pegado a la cerca de uno de los vecinos hicimos una hilera de huecos de aproximadamente 11 cm de diámetro y 6 cm de profundidad, un hueco para cada uno, siempre lo jugábamos los 5, si venía algún primo hacíamos otros huecos más… lo llamábamos la hueca y consistía en “enhuecar” o hacer que una pelota pequeña, o lo que más usábamos limones, cayera en el hueco respectivo de cada quien… quien al final acertara más ese ganaba.. Muchos juegos más vienen a mi mente, de esos que eran tradicionalmente jugados en la época en nuestra tierra, como la carta, pico pico y gurrufío, beisbol con palos de escoba como bates y pelotas de goma pequeñas, el palo e mantequillero. Los días y los años pasaron entre la escuela y el patio, nacieron y crecieron nuestros hermanos menores Franklin y Susan. Mis padres me hicieron un espacio en la vieja casa para mi sola como una pequeña habitación. Construyeron la calle interurbana de Cabimas y nos quitaron una buena parte de nuestro patio, después papá comenzó la construcción en 3 etapas de nuestra nueva casa, la mayoría de los árboles y las matas de mamá hubo que sacrificarlas, comenzamos a estudiar en el liceo uno detrás del otro y nuestra niñez se quedó allá en la vieja casa y su inmenso patio, allí quedaron guardados muchos otros más de nuestros mejores momentos vividos, muchos más momentos de mi niñez, que podrán ser motivo de otras historias o relatos.