EN SANTA ROSA

EN SANTA ROSA

Por Carmen Martínez

A veces el hecho de no vivir en un lugar hace que lo apreciemos un poco más que sus propios habitantes que están acostumbrados a vivir en él, pero es por el simple hecho de que disfrutando todo lo que nos brinda, somos un poco más observadores de lo nuevo a lo que es nuestro habitual entorno, me gusta ir a Santa Rosa desde niña, cuando íbamos a visitar a mi querida tía Carmen Sánchez de Piña y luego cuando mi padre se quedó a vivir allá también, entre visita y visita, llenándome de naturaleza pura a pesar de ser un ambiente xerófilo, que a muchos puede no gustarle, solo cujíes, cardones, tunas, libre de las construcciones y smog que dan las grandes o pequeñas ciudades, pero donde puedes apreciar el cielo en toda su extensión, el horizonte hasta donde tu vista alcance, esa calma que dan los pueblos o caseríos con poca población.

En las caminatas que siempre que puedo hago, he podido apreciar todo lo que EN SANTA ROSA hay, un río en cuyas áreas inundables cercanas las personas entre ellos mi querido tío Nerio pueden sembrar, muchas quebradas secas a las que hay que temerle por eso de los periodos de retorno históricos de lluvias, una variada flora y fauna típica de ella, zonas donde se forma una espejo de agua estanco hasta que la sequía se la bebe, lleno de plantas típicas de pantanos o ciénagas, muchas áreas donde el hombre no ha puesto su mano, solo la vegetación típica los cubre, pero sobre todo verán como la mayor parte de su suelo está protegido con una capa de piedras.

 Mi instinto creativo me ha permitido ver a Santa Rosa con otros ojos, la del artista que hay en mí, ha sido musa para mi 3era Serie Santa Rosa de mis MUJERES SIN ROSTRO, he podido ver que cómo un árbol caído, con su tronco y ramas secándose a la intemperie por años, sus ramas dan vida luego de limpiarlas y prepararlas a unos hermosos palos o bejucos de formas irregulares, para hacer arreglos decorativos, que esas espigas que se dan en las áreas cenagosas son también hermosos arreglos por si solas, que las piedras que cubren el suelo, las hay de muchos colores donde el ocre oscuro y claro, unas entre rosa y melón, blancos, negros, grises, juntas no se aprecian bien, pero por separado son hermosamente imperfectas, las hay en todos los tamaños, cada color tiene un sitio donde más se dan o se encuentran. En los últimos años mi prima Elena y sus hijas me han acompañado a buscar piedras, me gusta exhibirlas en botellas de vidrio fuerte cristalino recicladas. A cada quien le toca un color, también nos han acompañado en esta misión mi primo Marcial y Maria Cristina la hija de mi primo Carlote y Mística… y es justamente en esta última recolección recientemente realizada que vimos unas hermosas piedras de color azul petróleo, cobalto, añil, índigo, yo que pinto vi diferentes tonos de azul, ya había bajado el sol y sin embargo relucían e invitaban a tomarlas, muchas hubo que desenterrarlas, y nos preguntamos porque antes no las habíamos visto. Conforme caminábamos las seguimos viendo estaban con las negras y las blancas casi siempre… lo increíble fue que al cabo de 3 horas cuando pude lavarlas y quitarles casi todo el excedente de tierra, ellas fueron perdiendo ese hermoso color azul. Ahora que estoy haciendo este relato son casi negras, en que va eso no lo sé, quizás el estar en contacto con el suelo y el reflejo del sol, las hacía verse de un hermoso color azul… no tengo explicación, solo sé que igual las usaré y solo en mi mente y en la de mis primas quedará esa impresión de haberlas visto color azul.

Así que les invito a ser más observadores de su entorno, quizás encuentren bellos tesoros de la naturaleza al alcance de su mano, así como yo los he encontrado en mi querida Santa Rosa, en el Municipio Buchivacoa del Estado falcón.